7. Programa de prevención de riesgo de cáncer cérvico-uterino (CaCu) para estudiantes universitarias1 Descargar este adjunto (7 - Alternativas en Psicología - 26.pdf)

Ma. Refugio Ríos Saldaña2, Ariadna Mendoza Figueroa

Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM

La incidencia y prevalencia del cáncer cérvico-uterino (CaCu) y la mortalidad de mujeres por esta causa requieren acciones dirigidas a la prevención y control de la enfermedad, especialmente en las jóvenes, debido a que además del riesgo para su salud, pueden ver afectado su proyecto de vida y ejercicio profesional. El objetivo de este trabajo es proponer un programa preventivo que permita concientizar y sensibilizar a las jóvenes acerca de su salud, en especial para el desarrollo y adopción de conductas preventivas respecto del CaCu. En este estudio se propone un taller de siete sesiones para abordar contenidos teóricos y conceptuales, factores de riesgo y protección, incidencia y prevalencia, y para favorecer la toma de conciencia en la adopción de comportamientos preventivos, así como un cierre del taller en el que se recuperen los aprendizajes y se explore la posibilidad de ponerlos en práctica.

Palabras clave. CaCu, salud, conductas de riesgo y protección.

The incidence and prevalence of cervical cancer (cc) and female mortality from this cause, requires the propose actions aimed at prevention and control, especially in young women because in addition to putting health at risk, you can project affected your view of life and practice. The aim of this paper is to propose a preventive program that raised awareness and sensitize young people about their health and especially to the development an adoption of preventive behavior of cc. Seven sessions are raised through the content which addresses theoretical, conceptual, risk and protective factors, incidence and prevalence and promotes awareness for the adoption of preventive behaviors of cc. Is proposed closure of the shop where there recover learning and explore the possibility of putting into practice what they learned.

Keywords. Cervical cancer, health, risk behaviors and protective.

En la mayor parte de los países, el cáncer es la segunda causa de defunción y más de la mitad de los casos se presenta en la población de los países en vías de desarrollo. Cada año se diagnostican cerca de 7 millones de casos nuevos de cáncer y mueren aproximadamente 5 millones de personas, en 1991 murieron 41,985 personas por esta causa y en 1997 la cifra aumentó a 51,254 (Lazcano, 2001).

El cáncer en general y el cáncer cérvico uterino (CaCu) en particular es considerado una enfermedad crónica (EC). Éstas son problemas de salud que requieren un tratamiento continuado durante un periodo de años o decenios. Los enfermos crónicos necesitan una atención de salud derivada de una perspectiva longitudinal centrada en la prevención (Bodenheimer T, Wagner EH, Grumbach K, (2002) Los encargados de la prestación de servicios de salud deben enfocar la prevención en dos vertientes: evitar la aparición de EC y, en caso de producirse, evitar las complicaciones predecibles por medio de su tratamiento y gestión óptimos. El autotratamiento y la colaboración son características fundamentales de este tipo de atención (Von Korff m et al., 1997)

En las últimas décadas, el CaCu ha aumentado su incidencia hasta ocupar los primeros lugares como causa de muerte. En México la mortalidad en el año 2000 por tumores malignos fue de 27,245 personas. El CaCu está ubicado en el tercer lugar como causa de mortalidad general (Reynoso y Seligson, 2005).

Tipo de tumor maligno

Defunciones

Tráquea, bronquios y pulmón

6 225

Estómago

4 980

Cuello del útero

4 604

Hígado

4 169

Próstata

3 835

Mama

3 432

(Cuadro Tomado de Reynoso y Seligson, 2005)

El análisis de las tendencias actuales indica que, a menos que se tomen medidas rigurosas de control, se convertirá en la causa principal de defunción en el Siglo XXI, con un volumen de 300 millones de casos nuevos y 200 millones de defunciones en un plazo de 25 años (Romero, Grau, Gómez, Infante, Chacón, Asén, Llantá, Molina, Rodríguez y Grau, 2003).

Anteriormente el CaCu se manifestaba en mujeres adultas; sin embargo, las estadísticas indican que se está manifestando en mujeres cada vez más jóvenes, ocupando el segundo lugar de incidencia en las de 25 a 34 años.

El cáncer es producto de la interacción de condiciones genéticas, medioambientales y conductuales. Sin embargo, la mayoría de los factores de riesgo de contraer cáncer están asociados a la conducta personal y al estilo de vida, que el individuo desarrolla y mantiene. Brannon y Feist (2000) mencionan que dichos patógenos conductuales son:

  • Tabaquismo
  • Dieta inadecuada.
  • Consumo de alcohol.
  • Falta de actividad física.
  • Exposición sin cuidados a la luz ultravioleta (la de los rayos del sol sobretodo).
  • Conducta sexual temprana, desprotegida, con múltiples parejas, sin higiene, embarazos tempranos.

El factor de riesgo más común del (CaCu) es la exposición a ciertas variedades del Papillomavirus Humano (VPH). El VPH es una infección de transmisión sexual (ITS) que en muchos casos es asintomática. Dada esta característica del virus, puede transcurrir mucho tiempo antes de que se detecte (Muñoz y Bosch, 1997).

Otros factores de riesgo del (CaCu) son:

  • No hacerse la prueba de detección de CaCu periódicamente.
  • Comenzar las relaciones sexuales antes de los 20 años. (Tirado, Mohar, López, García, Franco y Borges, 2005).
  • Tener parejas sexuales múltiples (dos o más parejas), o tener contacto sexual con alguien que ha tenido parejas sexuales múltiples.
  • La no utilización del condón.
  • Tener una historia familiar de CaCu
  • Contraer el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), que debilita el sistema inmunológico de la mujer haciéndola más vulnerable a la infección por el HPV.
  • Fumar.
  • Estado socio-económico (las tasas de mortalidad e incidencia son más elevadas entre mujeres pobres ya que ellas no tienen acceso a los servicios de diagnóstico y tratamiento).

De todos los cánceres, el cervicouterino es el que tiene mejores posibilidades de ser detectado, tratado y curado; contrariamente sigue siendo la primera causa de muerte en mujeres entre los 15 y 44 años, a pesar de contar con programas de detección oportuna de CaCu (Valenzuela y Miranda, 2001).

Varios autores (Doorenbos, 1982 y Brannon y Feist, 2000) subrayan que los hábitos sexuales que adopta la mujer a lo largo de su vida son de la mayor importancia en el desarrollo del carcinoma cervicouterino.

Variables

% casos

n = 215

Antecedentes obstétricos.

Número de partos

Cero

1 a 3

4 y más

 

 

6.1

24.4

69.5

Antecedentes ginecológicos.

Uso de anticonceptivos hormonales

Presencia de infección vaginal en los últimos tres meses

 

4.6

67.30

Actividad sexual

Inicio de la vida sexual activa, antes de los 20 años

 

80.8

Infección por VPH

95.8

Tabla 1. Factores de riesgo analizados en mujeres mexicanas con cáncer cervicouterino. Instituto Nacional de Cancerología, México 2000 - 2001 (En: Tirado y cols, 2005).

El método de detección oportuna para el CaCu es el Papanicolao, llamado también citología vaginal, el cual evalúa las condiciones de las células cervicales y detecta algún cambio precanceroso en las mismas (displacia cervical), así como infecciones o inflamaciones (Serman, 2002). La frecuencia de realización de esta prueba es una vez al año, aunque si durante tres años consecutivos los resultados son normales se puede realizar cada tres años. En México, en los servicios de salud pública, la realización del Papanicolao es gratuita y cualquier mujer tiene acceso a ella.

La etiología del CaCu es multifactorial. Biología y conducta actúan conjuntamente, por ello, aunque se han dado avances muy importantes en la ciencia, la tecnología médica y la farmacología, éstos deberían ir acompañados de procesos educativos pues cada vez es mayor la evidencia del peso que tiene la conducta y los estados psicológicos sobre la salud de las personas.

Landa (1999) afirma que el comportamiento: modula los efectos biológicos de las circunstancias ambientales, produce cambios graduales en el estado del organismo, es instrumental para detectar y atender una enfermedad y potencia toda acción terapéutica. Por lo tanto, la salud se construye o no, a través de los comportamientos adoptados por un individuo, es decir de su estilo de vida.

A la serie de comportamientos, creencias, conocimientos y actitudes que adopta una persona hacia su propia salud; el cual también está en función de circunstancias externas tales como: el tiempo, el espacio y los recursos para acceder a los profesionales de la salud se le conoce como estilo de vida (Jadue y Berríos, 1994).

Para Gil Roales (2003), existen tres enfoques de estilo de vida. En el primero de forma genérica se conceptualiza como una moral saludable que cae bajo la responsabilidad del individuo y la administración pública, incluye ciertos modos de vivir que llevará al individuo a una mayor duración de vida y un menor impacto de ciertas enfermedades graves3.

El segundo enfoque, se conoce como: estilo de vida socializado; en éste no sólo se hace referencia a los hábitos personales, sino también a la forma en que las sociedades organizan el acceso a la información, a la cultura y a la educación, y en este sentido se comparte la responsabilidad del individuo a los políticos y legisladores. Desde este enfoque, el estilo de vida comprende conductas relacionadas con la salud, y valores y actitudes adoptados por los individuos, en respuesta a su ambiente social y económico, por lo que se pretende cambiar los estilos de vida a través del cambio de las condiciones de vida.

El tercero, es el enfoque pragmático que afirma que en salud ciertas formas de hacer, decir y pensar parecen ser mejores que otras, es decir, ciertos patrones de comportamiento lleva al individuo a la promoción de su salud o a la potenciación de riesgos.

La característica esencial de los tres enfoques propuestos por Gil Roales (2003), es la responsabilidad del individuo y las instituciones sobre la salud, pues la adopción o no, de un estilo de vida promotor de la salud, está determinado por factores exógenos y endógenos. Estos últimos son aquellas conductas sobre las que un individuo tiene control y que incluyen todas las acciones que afectan los riesgos para la salud. Por lo anterior el mencionado autor, plantea que existen estilos de vida saludables y estilos de vida no saludables.

Los estilos de vida saludables -conductas o hábitos de salud o de inmunógenos conductuales- son todo aquello que una persona puede hacer, decir o pensar y tenga como resultado el desarrollo de su salud y la prevención de enfermedades. Los estilos de vida no saludables -conductas de riesgo o patógenos conductuales- hacen referencia a todo aquello que un ser humano pueda hacer, decir o pensar y cuyo resultado sea el debilitamiento de su estado de salud que como consecuencia lo lleve a padecer alguna enfermedad. Es importante aclarar que las conductas de riesgo no causan necesariamente una enfermedad, sino que permiten predecir la probabilidad de que una persona desarrolle una enfermedad o muera a causa de la misma (Barradough, 1999a).

Los principales inmunógenos conductuales son:

  • Dormir siete u ocho horas diarias.
  • Equilibrio dietético, desayuno diario.
  • No ingerir alimentos, nunca o casi nunca, entre comidas.
  • Mantenerse en el peso adecuado  a la altura.
  • No fumar.
  • No tomar alcohol o hacerlo moderadamente.
  • Llevar acabo una actividad física regular.

A la lista anterior de inmunógenos conductuales se han agregado las siguientes conductas:

  • Prácticas de seguridad y protección: uso de cinturón de seguridad, del condón, etc.
  • Participación en programas promocionales y preventivos.
  • Cumplimiento de las recomendaciones de los profesionales de la salud.
  • Uso de los recursos y servicios sanitarios de la comunidad. (Grau, 1998 y Becoña, 2004).

La práctica de inmunógenos conductuales está en función de factores emocionales. Los estados y necesidades emocionales desempeñan un papel importante en las prácticas de salud (Becoña, 2004).

Por otro lado entre los principales factores de riesgo o patógenos conductuales se encuentran:

  • Tabaquismo
  • Alcoholismo
  • Prácticas sexuales de riesgo
  • Horas de sueño deficientes
  • Estilo de alimentación inadecuado
  • Sedentarismo
  • Elevada exposición a contaminantes
  • Conducta tipo A

Es importante precisar que la conducta también implica la cognición. Por ello se afirma que en el campo de la salud los pensamientos y creencias son parte fundamental del proceso salud-enfermedad; además de ser determinantes en la toma de decisiones para modificar estilos de vida.

¿Por qué una persona tiene un estilo de vida saludable o no? Un paso para contestar la pregunta es conocer cuál es su creencia respecto a la salud y la enfermedad. Las personas que ven la enfermedad como el resultado de un estilo de vida no sano, participan de manera activa en formas de vida que mejoran o mantienen su salud; además de que piensan que la curación de una enfermedad implica cambios en su estilo de vida. Aquellas que creen que la enfermedad surge de improviso y viene a robarles su salud: muestran una actitud pasiva, mantienen un estilo de vida no saludable, acuden únicamente al doctor cuando se sienten enfermos y depositan toda la responsabilidad de su curación en el médico y las medicinas (esperan que éstas las curen de la enfermedad fácil y rápidamente). 

Las creencias constituyen una de las fuentes del conocimiento, formado por la influencia del conjunto de de relaciones interpersonales, dentro de un determinado escenario socioeconómico y político; el grado de convicción de las creencias radica en su origen, es decir, de dónde o de quién proviene la información (González, 2002). Grau (1998) afirma que las creencias sobre la salud pasan de generación en generación, a través del folklore.

En 1950, surge el Modelo de Creencias de la Salud (MCS) con la intención de explicar por qué las personas no participan en programas preventivos de salud pública. Este modelo evalúa creencias sobre acciones de prevención, de detección precoz y de conductas y roles de enfermedad (Valenzuela y Miranda, 2001).

El MCS concibe al ser humano como un ser racional que busca maximizar los beneficios y minimizar los riesgos de su conducta. Supone que las acciones preventivas están en función de: la preocupación que tienen las personas por evitar una enfermedad y por la creencia de que existen acciones de salud que prevendrán la enfermedad (Vera, Livacic, Fernández y Oblitas, 2005). Postula que para que ocurra un cambio en la conducta de salud de una persona, ésta deberá sentirse amenazada por su patrón de comportamiento, creer que el cambio será beneficioso y que tendrá consecuencias negativas mínimas; además de sentirse competente para realizar la acción (Collazo, 1994. En: Vera y cols., 2005).

Los componentes de este modelo son:

  • La preocupación general por la salud. Compuesta por la creencia que tiene una persona de que la reducción de las amenazas a la salud es algo importante y positivo.
  • La susceptibilidad percibida. Es la percepción subjetiva de tener riesgo de enfermarse. Este es el primer paso para iniciar cualquier acción preventiva, de detección precoz o curativa.
  • La severidad percibida. Creencia acerca de las consecuencias de contraer la enfermedad. Incluye, además de las evaluaciones médicas de la enfermedad, las posibles consecuencias sociales de ésta, así como los efectos en la familia, el trabajo o las relaciones sociales.
  • Percepción de beneficios y barreras. Resultado de la comparación entre los costes y beneficios percibidos por realizar la conducta preventiva.
  • La percepción de autoeficacia. Convicción individual de ser capaz de realizar una conducta y/o acción en forma exitosa.

Otro aspecto que completa el MCS es la presencia de estímulos internos o externos que son claves para actuar. Ejemplo de clave interna es el síntoma de alguna enfermedad. Mientras que ejemplos de claves externas son: una campaña de promoción de salud y prevención de enfermedad, y estar en contacto con personas cercanas afectadas por alguna enfermedad (Meda y otros, 2004).

En diferentes estudios llevados a cabo con estudiantes universitarios para identificar las creencias que tienen respecto a la salud (Arrivillaga, Salazar y Correa, 2003 y Meda y otros, 2004), los resultados indicaron que las poblaciones universitarias tienen creencias protectoras y/o favorables de salud y señalan que existen diferencias por edad (se incrementan las creencias al aumentar la edad), estrato socioeconómico (mayor presencia de creencias favorables a la salud en estudiantes de estrato medio, medio alto y alto) y género (las mujeres tienen más creencias favorables respecto a las prácticas saludables de: autocuidado y cuidado médico, actividad física, dieta, importancia de las relaciones sociales y del daño que ocasiona el uso de sustancias).

En el estudio de Arrivillaga, Salazar y Correa (2003), se concluye además que los jóvenes, o bien, no se perciben en riesgo o se perciben como sujetos invulnerables, lo que los lleva a realizar conductas insanas que afectan la salud a mediano o largo plazo.

Es interesante observar que aunque los dos estudios descritos reportan que las jóvenes universitarias tienen creencias que favorecen la salud, este dato resulta contradictorio con la baja respuesta que se tiene de parte de las jóvenes a los programas de detección oportuna de cáncer (DOC). Recordemos que el CaCu es el tipo de cáncer que tiene mayores probabilidades de ser detectado, tratado y curado y sin embargo sigue siendo la primera causa de muerte en mujeres entre los 15 y 44 años, a pesar de contar con programas de detección oportuna. En el caso de nuestro país se cuenta con un programa nacional de detección oportuna de cáncer cervical desde mediados de los 80’s; sin embargo el Instituto Nacional de Salud Pública reporta un impacto casi nulo en la disminución de la frecuencia de esta enfermedad, señalándose que lo anterior es debido a las barreras psicológicas y culturales a las que se enfrenta el programa (Lazcano, 2001).

La intervención Psicológica en salud

La intervención Psicológica en salud ha sido dividida en dos tipos que tienen el objetivo común de mantener la salud y evitar la enfermedad:

  • La intervención en promoción de la salud, que se dirige a la adquisición o al mejoramiento de repertorios saludables; mismos que se determinan de manera empírica de acuerdo al resultado en el mantenimiento de un buen estado de salud.
  • La intervención que se enfoca en la prevención de enfermedades mediante el cambio o eliminación de comportamientos de riesgo (Gil, 2003).

Landa (1999), plantea que el psicólogo tiene tres tareas en el área de la prevención:

  • La prevención primaria que se aboca a las prácticas cotidianas de las personas, antes de que aparezcan riesgos biológicos. En esta las intervenciones están enfocadas, al desarrollo de estilos de vida que reduzcan la vulnerabilidad biológica, a la promoción de conductas de protección, a promover la adquisición de conductas que disminuyan las reacciones de estrés.
  • La prevención secundaria se enfoca a las conductas que impiden el avance de una propensión a la patología o de una condición patológica inicial. En ésta se trabajan entre otros aspectos: que las personas conozcan los indicadores de riesgo, acudan con oportunidad a los servicios de salud y la adherencia terapéutica.
  • La prevención terciaria. En ésta el objetivo es prevenir la cronicidad de ciertas patologías y el deterioro acelerado del paciente. Los programas buscan establecer comportamientos que faciliten la recuperación parcial o total de funciones perdidas, así como a eliminar o paliar la interferencia de ciertos factores psicológicos (ansiedad, estrés, temor, etc.) que incrementen la reacción biológica.

Por lo anterior los programas de intervención en general y en México en particular, deben incluir la revisión de los estilos de vida y las creencias para que los mismos tengan éxito.

Los estudiantes de la FES Iztacala se encuentran en un rango de edad de 18 a 24 años. Para que alcancen un óptimo desempeño académico y el logro de sus metas, se requiere, además de conocimientos y saberes previos, que cuenten con salud.

En la investigación “Detección de patógenos conductuales como factor de riesgo de enfermedades crónico degenerativas en estudiantes universitarios de la FESI”, realizada por el Grupo de investigación de interacciones sociales: salud y educación, se estudió una muestra de 1383 estudiantes mujeres de primer ingreso a la Facultad de Estudios Superiores Iztacala (FESI) UNAM de la generación 2004; cuya edad promedio fue de 18.25 años y una desviación estándar de 2.29, a quienes a su ingreso a la facultad se les aplicó el Examen Médico Automatizado elaborado por la UNAM, del cual se recopilaron los datos correspondientes a los factores de riesgo para el desarrollo del CaCu y estilo de vida.

Los resultados indicaron que el 15.52% de las alumnas que reportaron NO tener cáncer, muestran una condición de doble riesgo pues presentan más de tres factores y/o conductas de riesgo para el desarrollo del CaCu y un estilo de vida no saludable, pues presentan más de tres patógenos conductuales. Por su parte el 16% de las alumnas cuya respuesta fue NO SÉ, presentan la misma condición de doble riesgo. Por lo que se concluyó que aún cuando en la población no se encontró específicamente algún caso de CaCu, sí se encontraron alumnas con factores de riesgo y patógenos conductuales para dicha enfermedad.

En vista de lo anterior y de que la población de estudiantes mujeres de la FESI se encuentra en el rango de edad en la que por lo general: se inicia la vida sexual activa (en ocasiones con varias parejas), se adquiere el hábito de fumar, se tiene una dieta inadecuada, etc., todos ellos factores de riesgo para CaCu y se incluye en el rango de edad en el que este tipo de cáncer es la primera causa de muerte (15 a 44 años); se propone como atención preventiva un programa de intervención que tendrá la modalidad didáctica de “taller” en tanto que el trabajo que en él se pretende desarrollar, estará caracterizado por la construcción, la reelaboración y socialización grupal y vivencial de conocimientos y experiencias de cada participante.

La metodología de este tipo de trabajo subraya la participación activa de cada integrante -a partir de su experiencia personal-, la promoción de la reflexión crítica sobre: las actitudes, estilos de vida, creencias y valores propios (que como ya fue expuesto son muy importantes en el proceso de salud-enfermedad), y el acercamiento a la información y conocimientos básicos sobre el CaCu.

El taller estará organizado en 7 sesiones de 3 hrs. cada una.

Materiales necesarios: un espacio amplio, iluminado y ventilado; copias del los instrumentos que se mencionan, pizarrón, gis, rotafolio, hojas, plumines, cañón y computadora.

Taller: El CaCu y yo… sí YO   ¿?????????

OBJETIVO GENERAL:

Las participantes reflexionarán sobre su estado de salud en general y revisarán sus estilos de vida, creencias y actitudes respecto a la salud

SESIONES TEMÁTICAS:

1. Presentación e Integración. En esta sesión se favorece la integración grupal, se revisan los objetivos del taller, las expectativas de las participantes y se establecen las reglas grupales.

2. Revisemos nuestra salud. Se trabajará una introducción sobre los que entienden por salud. Se aplicará el Diagnóstico para la medición de riesgos y enfermedades y se evaluará. Se discutirá los resultados obtenidos.

3. “Mi vida es mi vida”. Se discutirá el significado para cada participante de la frase que da el título a la sesión. Se introducirá la noción de Estilo de vida y se hablará sobreestilos saludables y estilos no saludables. Se revisará el propio y se asociará con el diagnóstico realizado en la primera sesión.

4. Sexualidad y libertad. Se revisará lo que entienden por libertad, sexualidad y erotismo. Se revisarán sus prácticas sexuales: elección del compañero, decisión de tener prácticas sexuales y con quién, cuidados e higiene, problemas (ITS/VPH: CaCu).

5. Lo que creo, lo que hago. Se aplicará el cuestionario de Significado y creencias en salud. Se revisará en el grupo para conocer las creencias individuales en salud. Se discutirán las consecuencias de tener cada creencia.

6. De amores y desamores ¿por quién?. Se revisará lo que entienden por amor y para quién. Se hablará del cuidado de sí como una forma de amor. Se hablará del programa de detección oportuna de CaCU y en que consiste.

7. ¿Y ahora qué?. Esta será la sesión de cierre del taller. Se utilizará de nuevo el Diagnóstico para la medición de riesgos y enfermedades para elaborar un plan o estrategia para resolver los problemas de salud o los riesgos encontrados.

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Notas

1. Trabajo realizado con apoyo de PAPIME: EN201604 y PE303011

2. Adscrita a la División de Investigación y Posgrado de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala UNAM

3. En tal sentido genérico, se circunscribe el trabajo de la Organización Mundial de la Salud (1981), la cual ha establecido dos objetivos principales para las políticas de salud hasta el año 2000: 1) promover estilos de vida que, individual y colectivamente y de forma cotidiana, estén dirigidos a la salud y 2) prevenir las enfermedades que puedan ser evitadas.