La orientación psicopedagógica a las manifestaciones de las conductas agresivas en escolares primarios Descargar este archivo (1 - La orientación psicopedagógica a las manifestaciones de las conductas.pdf)

Exiquio Nápoles Rodríguez1, María de los Ángeles Dranguet del Toro

Universidad de Guantánamo

Resumen

 

El presente trabajo expone la problemática de la agresividad y el acoso escolar (Bullying) en su composición participativa Agresor, Agredido y Observador, así como el comportamiento de cada figura participante, sus riesgos y cómo debe manejarse la situación por el maestro desde la escuela primaria a través de la orientación psicopedagógica para con la familia. Se discute el quehacer no solo del agresivo, al cual otros han dirigido su atención, sino llegando hasta el observador, al que padres y maestros no les reconocen implicación a no ser como agente influyente para el control o posible erradicación, sin advertir el riesgo de cambiar el rol de observador a posible cómplice o sencillamente como próxima víctima.

Palabras claves: agresor, víctima, observador

Abstract

This paper exposes the problem of aggression and bullying in its participatory composition: aggressor, assaulted and observer, as well as the behavior of each participant figure, its risks and how the situation should be handled by the teacher from primary school through the psychopedagogical orientation towards the family. The task is discussed not only about the aggressive one, to which others have directed their attention, but reaching the observer, to whom parents and teachers do not recognize involvement unless it is as influential agent for control or possible eradication, without noticing the risk of changing the roles of observer to possible accomplice or simply as a next victim.

Keywords: attacker, victim, observer

Introducción

En el mundo actual existe una marcada incidencia de la violencia, que abarca a los seres humanos en las diferentes etapas de la vida, raza y sexo, que están matizando parte del desarrollo de la sociedad en su ir y venir. Dicha violencia se expresa a través de formas contradictorias, en este caso mayormente antagónicas, y que por tanto son poco contribuyentes al desenvolvimiento, desarrollo y crecimiento personal. Lo anterior marca pautas y retos que la escuela, la familia y la comunidad deben enfrentar con celeridad. En las investigaciones científicas, los MMC han estado revelando desde diferentes sitios, en muchos de los casos con carácter descriptivo, las complejas situaciones que se presentan.

En algunos países se han estado cometiendo acciones de enfrentamiento contra la violencia, con mayor implicación contra la violencia de género y en defensa de la mujer. Se desarrollan coloquios, eventos científicos y se crean líneas de ayuda, implicando los adelantos actuales de la ciencia y la tecnología en lo que de alguna manera se han tocado los fenómenos de la agresividad y el acoso escolar; pero aún hay mucho por hacer, pues los padres, líderes comunitarios y maestros no siempre cuentan con el conocimiento necesario para intervenir en el enfrentamiento de estos fenómenos y su prevención desde las primeras edades.

Desarrollo

La Orientación Psicopedagógica a las manifestaciones de la agresividad y el acoso escolar acercará a los maestros primarios a la comprensión de este importante problema desde dos importantes microsistemas generadores de violencia infantil, y a su vez, los más importantes para su enfrentamiento preventivo y correctivo a partir de la dinámica de las relaciones necesarias que han de materializarse en torno al binomio escuela/familia para proteger a la población participante de los acosos escolares, que no solo se simplifica en los agresores y agredidos.

La palabra agresividad procede del latín, es sinónimo de acometividad e implica desafío y ataque. Este término hace referencia a un conjunto de patrones de actividad que pueden manifestarse con intensidad variable, incluyendo la pelea física hasta los gestos o expansiones verbales que aparecen en el curso de cualquier negociación. Se presenta como una mezcla secuenciada de movimientos con diferentes patrones, orientados a conseguir distintos propósitos.

El origen de la agresividad ha tratado de explicarse desde diferentes concepciones, asociándola a factores biológicos y psicológicos. Lo cierto es que en el origen y desarrollo de cualquier conducta agresiva se encuentra la interacción de múltiples factores, pues no podemos olvidar que el hombre es una unidad biopsicosocial. Mientras unos la consideran innata o heredada de nuestros antepasados, otros se inclinan a pensar que es puramente aprendida; pero la posición más aceptada actualmente es la que explica la conducta agresiva como una combinación de ambas propuestas.

La agresividad, en fin, es considerada como un estado emocional que consiste en sentimientos de odio y deseos de dañar a otra persona, animal u objeto. La agresión es cualquier forma de conducta que pretende herir física y/o psicológicamente a alguien; es todo acto dirigido a violar la libertad y espacio de una persona buscando imponer nuestro criterio o ejercer nuestro poder irrumpiendo su integridad.

Las manifestaciones de estas conductas se han identificado como Bullying. El término es una palabra que proviene del vocablo holandés que significa acoso escolar, y se define como cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre escolares de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado. El acoso escolar sería, pues, la conducta agresiva, malintencionada y persistente de un alumno hacia otro.

Los hechos de acoso escolar tienden a manifestarse con mayor frecuencia en los patios de la escuela y las áreas próximas, con predominio de la salida de las actividades del día, siempre denotando una población participante: Agresor, agredido y observadores.   A estos últimos hay que prestarles atención dado su grado de implicación en el acoso, sin creer que no tienen participación, responsabilidad o culpabilidad en los actos que se produzcan.

La atención que otorgada a esta problemática orientada en modelos y/o estrategias se ha dirigido al fenómeno del comportamiento y es preciso atenderlo desde una posición de mayor integridad, siendo consecuente con la estructuración de la personalidad en formación y su funcionamiento; de ahí la propuesta desde la orientación psicopedagógica retomando a R. Bisquera (2006).

Actualmente se tiene una concepción mucho más amplia de la orientación psicopedagógica que el concepto acuñado en la primera mitad del siglo XX. Dado el contexto social, político y científico que caracteriza la llegada del siglo XXI, existen argumentos para considerar que orientación psicopedagógica puede ser un término globalizador, apropiado para incluir lo que en otras épocas se ha denominado orientación escolar y profesional, orientación educativa, orientación profesional, orientación vocacional, guidance, counseling, asesoramiento, etc.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, adoptamos una definición deorientación psicopedagógica como un “proceso de ayuda y acompañamiento continuo a todas las personas, en todos sus aspectos, con objeto de potenciar la prevención y el desarrollo humano a lo largo de toda la vida. Esta ayuda se realiza mediante una intervención profesionalizada, basada en principios científicos y filosóficos”. La orientación se dirige hacia el desarrollo de la autonomía personal como una forma de educar para la vida (Bisquera, 2006).

Información para padres

Algunos padres y madres de chicos víctimas de acoso escolar se enfadan con el centro escolar al sentir que no se está prestando suficiente atención a su hijo y que, debido a esto, han sucedido las agresiones. Es evidente que entendemos que, en situaciones de maltrato, la organización, supervisión y cuidado de los alumnos en el centro escolar son muy importantes; si bien, a pesar de ello, las relaciones ocultas entre los alumnos pueden no ser percibidas muchas veces por los profesores. Por ello deben confiar en la escuela y asumir que va a ser su aliada en la mejora de la calidad de vida de los hijos o hijas en el caso de ser víctima de malos tratos por parte de sus compañeros.

Por el contrario, si el hijo es quien está agrediendo a otros compañeros, lo importante será que cese en dicha actitud, que modifique los comportamientos y que comunique aquello que le está haciendo comportarse así. En ocasiones, algunos padres o madres en esta situación sienten que la mejor forma de ayudar a sus hijos es mostrándose hostil hacia la persona que le comunica los hechos (ya sea profesor tutor, director, maestro, psicopedagogo, etc.) y rehúsan aceptar la implicación de su hijo. (S/A febrero, 2008, http://www.acosoescolar.inf/padres).

Es importante, pues, una vez determinado el grado de implicación del hijo en el proceso de maltrato, éste deberá asumir su responsabilidad y que lo peor que le puede ocurrir es no asumir su culpa y experimentar permisividad ante los actos violentos, entendiendo así que el ejercicio del poder mediante la fuerza y el daño ajeno vale la pena, y que, por lo tanto, se puede salir con la suya y obtener una recompensa social al demostrar que es el más fuerte. Si se permite que los hijos deduzcan esta mala enseñanza, se les está preparando para repetir en el futuro su comportamiento abusivo sobre otras personas en cualquier contexto (escuela, familia, calle, trabajo, pareja, etc.), pudiendo causarle graves problemas a él y a cualquier persona con la que se relacione y afianzar poco a poco el inadecuado comportamiento (ídem).

En ambos casos (alumno-víctima o alumno-agresor) la escuela ha de trabajar juntamente con los padres para abordar el conflicto suscitado, buscando respuestas adecuadas que ayuden a restablecer relaciones satisfactorias. Por eso es conveniente que:

  • Acudas a la escuela en cuanto tengas indicios, o simplemente sospechas, de que tu hijo está cometiendo actuaciones de maltrato o que está participando conjuntamente en agresiones a otros compañeros.
  • Intenta hablar con tu hijo e indaga sobre los indicios que observas. Explícale que vas a acudir al centro escolar y que tu intención es buscar una colaboración con la escuela para intervenir en el cese del maltrato.
  • Ponte en contacto con el tutor o, en su caso, con su guía base de la Organización de Pioneros, el grupo de apoyo al Diagnóstico o CDO, e infórmales de tus inquietudes.
  • Confía en que la escuela abordará el problema, tanto de manera individual como con el grupo o clase que lo está presenciando.
  • Solicita ser informado de los pasos que se están dando y, a su vez, informa de cualquier mejora en la conducta, así como de nuevas agresiones.
  • Mantén reuniones periódicas en la escuela para acordar actuaciones conjuntas, revisarlas y realizar dinámicas familiares.
  • En caso de que tu hijo sea víctima, si observas que aumenta su miedo, que se produce un rebrote de las agresiones o que éstas no cesan a pesar de la intervención escolar, comunícalo al centro y, dependiendo del nivel de riesgo, indícales tu intención de informarlo a otras instancias.
  • Si tu contacto con la escuela no ha sido del todo lo satisfactorio, coméntalo y exige que se aborde el problema con prontitud. En caso de no considerar adecuada la intervención escolar, ponte en contacto con el consejo de padres de la escuela y solicita ayuda.
  • Si existe un alto riesgo para tu hijo o la agresión ha sido muy grave, dirígete al Servicio de Inspección en las instancias superiores.

¿Qué podemos hacer cuando nuestro hijo está involucrado en una situación de maltrato en la escuela?

Nuestro hijo o hija puede ser víctima, agresor u observador de una situación de maltrato. Si es víctima, desempeñará un papel pasivo; si es agresor, un papel activo; y si es observador, su papel es igualmente activo o, al menos, permisivo, en cuanto su actitud refuerza la actitud intimidatoria del agresor hacia la víctima. En cualquiera de las posiciones existen riesgos que no siempre percibimos. En caso de que nuestro hijo esté involucrado en una situación así, debemos tener ecuanimidad y, sobre todo, escuchar la información que hayamos averiguado sin trivializarla. En todo caso, podemos dar los siguientes pasos:

  • Escuchar y mostrar interés por el asunto, sin menospreciarlo; no debemos considerarlo “cosa de chicos”.
  • Indagar si realmente ha ocurrido lo que nos cuenta, y no es fruto de su imaginación.
  • Ponerse en contacto con la escuela y solicitar la intervención y cooperación del profesorado.
  • Fijar una estrategia de intervención para detener inmediatamente el daño que se está produciendo, y para tratar a medio y largo plazo las relaciones entre los involucrados.
  • Favorecer una solución adecuada y ajustada a la intensidad de la falta y al daño ejercido. Debemos apoyar a nuestro hijo enseñándole a asumir la responsabilidad que le corresponda.
  • Si lo anterior no funciona podemos dirigirnos directamente al CAM

Si el hijo es agresor          

Acércate a tu hijo y habla con él. Relaciónate más con los amigos de tu hijo y observa a qué se dedican. Una vez que hayas creado un clima de comunicación y confianza con tu hijo, pregúntale el porqué de su conducta. Si comprobaste que es un acosador, no ignores la situación, porque puede agravarse; ayúdalo, pero jamás debes usar la violencia para reparar el problema. Violencia genera violencia. No culpes a los demás por la mala conducta de tu hijo. 

Nunca dejes de demostrarle amor a tu hijo, pero también hazle saber que no permitirás esas conductas agresivas e intimidatorias. Infórmale las medidas que se tomarán a causa de su comportamiento.

Cuando se detecta un caso de acoso escolar, los padres del niño deben trabajar conjuntamente con la escuela para resolver el problema de una forma inmediata. Habla con los profesores, pídeles ayuda y escucha todas las críticas que te den sobre tu hijo. Mantente informado de cómo maneja el caso la escuela, así como de sus resultados. A través de la comunicación con tu hijo podrás darte cuenta de sus gustos y aficiones: canaliza su conducta agresiva por ese lado; si, por ejemplo, le gusta el fútbol, inscríbelo en un club deportivo

Crea un ambiente en tu hogar donde el chico se sienta con la confianza de manifestar sus insatisfacciones y frustraciones sin agredir. Debes enseñarle a tu hijo a reconocer sus errores y a pedir disculpas a quienes haya lastimado. Elogia esas buenas acciones y enséñale buenos modales.

Algunas familias se sienten culpables cuando descubren que su hijo está actuando como agresor en situaciones de maltrato entre compañeros. Esto se debe a que el ejercicio del maltrato a menudo está asociado a familias desestructuradas o con problemas de relación, y a la consideración de que el maltrato es un reflejo de la dinámica emocional de ese tipo de familias. Pero más allá del sentimiento de culpabilidad o no, es importante dejar muy claro que esta clase de conducta es inaceptable y que el hijo debe cambiar y dejar de actuar así.

A veces, sin embargo, la agresividad de un alumno no es atribuible a factores familiares y, por lo tanto, debemos observar si nuestro hijo presenta rasgos de tendencias agresivas. Es necesario observar:

  • Si su actitud hacia los diferentes miembros de la familia es agresiva. Si muestra conductas agresivas y violentas hacia sus amigos o si le hemos visto actuar de forma violenta en ocasiones.
  • Si es excesivamente reservado, si es casi inaccesible en el trato personal.
  • Si tiene objetos diversos que no son suyos y cuya procedencia es difícil de justificar.
  • Si a menudo cuenta mentiras para justificar su conducta.
  • Si parece no tener sentido de culpa cuando hace daño.
  • Si dice mentiras acerca de ciertas personas, mentiras que les pueden perjudicar y causar daño.
  • Si otros padres nos han contado que nuestro hijo agrede a otros niños.
  • Si se percibe que ciertos compañeros se mantienen silenciosos e incluso rehúyen la presencia de nuestro hijo.

Si se observan con cierta frecuencia estos comportamientos en nuestro hijo es muy posible que pueda estar involucrado en situaciones de abuso. En tal caso:

  •  Actuar con urgencia y firmeza, manteniendo una comunicación y supervisión cercanas e indicándole con toda claridad que el maltrato no es lícito ni admisible, y que se debe valorar el respeto a las otras personas como clave de la convivencia en la sociedad.
  • Como los agresores suelen desmentir la acusación que se les atribuye, no bastará con preguntarle a él y a sus amigos, sino que se debe indagar por otros medios para esclarecer los hechos y actuar inmediatamente, en su caso.
  • A pesar de ello, hablar con los hijos o hijas, mostrarles nuestra disposición a ayudarle en todo lo éticamente posible e indicarle que, en caso de ser culpables de malos tratos, deberá asumir su responsabilidad.
  • Habrá que ayudarle a entender cómo se puede estar sintiendo la víctima y preguntarle cómo se sentiría él o ella si algo así le ocurriera.
  • Mostrarle confianza y apoyo para el futuro, así como valorar cualquier muestra de arrepentimiento que observemos.
  •  Contactar con la escuela con toda rapidez. A nadie le agrada tener que comunicar a unos padres la conducta violenta de su hijo hacia otro compañero, por lo que debemos entender que los profesores tienen tanto o más interés que nosotros mismos en resolver satisfactoriamente el problema.
  • Es importante mostrar sincero interés en que se averigüe la verdad y que nuestro hijo asuma su responsabilidad.
  •  Mantener un contacto cercano con la escuela de ahora en adelante; solicitar ayuda y consejo en el tratamiento conjunto de nuestro hijo y establecer una relación fluida con el tutor.
  • A pesar de todo lo expuesto hasta aquí, los padres o tutores deben revisar los antecedentes educativos del hijo y la dinámica familiar, así como el tipo de relaciones establecidas en la familia para rectificar aquello que pueda estar alentando la conducta agresiva del adolescente.

Si el hijo es víctima

  • Investiga minuciosamente el contexto de lo que está ocurriendo, habla con sus compañeros más cercanos de escuela y comunidad, maestros, amigos y familiares.
  • Conversa con tu hijo y hazle sentir que puede confiar en ti, así él se sentirá cómodo al hablar contigo acerca de todo lo bueno y lo malo que esté viviendo.
  • Hablen con frecuencia del tema, escucha a tu hijo, deja que se desahogue.
  • Si efectivamente comprobaste que lo están acosando, que está siendo víctima, mantén la calma y no demuestres preocupación; el niño tiene que ver en tu rostro determinación, una actitud positiva y afectividad para enfrentar juntos el problema.
  • Comprométete a ayudar a tu hijo. No trates de resolver el problema diciéndole que no se deje dar o maltratar, que se defienda y tome venganza: esto empeoraría más la situación. Es mejor que discutan cómo pueden responder asertivamente a los acosadores y practicar respuestas positivas y asertivas.
  • Debes ponerte en contacto con el maestro y la dirección de la escuela para ponerlos al tanto de lo que está ocurriendo o compartir lo que ellos conocen; pídeles su cooperación en la resolución de los hechos y declárate colaborador.
  • Si tu hijo se encuentra muy dañado emocionalmente por toda esta situación, busca la asesoría de un psicólogo para ayudarle a que supere este trauma. Pero jamás te olvides que la mejor ayuda, en esos casos, es la de su familia.

Averigua si realmente se está dando la situación de maltrato. Observaremos los síntomas que puedan indicarnos lo que está ocurriendo y, en todo caso, debemos:

  • Actuar en cuanto tengamos confirmados indicios de que nuestro hijo está siendo agredido.
  • Apoyarle y darle compañía y seguridad de forma incondicional.
  • Expresarle nuestra confianza en él y en los cambios que se van a producir para mejorar su situación.
  • Solicitarle que nos cuente lo que le está pasando y asegurarle que siempre vamos a contar con él, que le vamos a consultar, antes de emprender ninguna acción.
  • Reforzar su autoestima elogiando sus capacidades personales.
  • Darle la oportunidad de que entable nuevas amistades fuera del centro escolar en otras actividades donde pueda interactuar con chicos y chicas de su edad y crear vínculos de afecto.
  • Propiciar que amplíe su grupo de amigos del centro escolar, facilitándole actividades sociales en las que quiera participar
  • Mantener una comunicación continua y fluida con el profesorado del centro escolar.
  • Contactar con las instituciones necesarias, si no cesa el maltrato hacia nuestro hijo y la respuesta de la escuela no es suficiente.

Si el hijo es observador

Si el hijo está viendo lo que le ocurre a un compañero, se convierte en espectador, en observador. En tal caso hemos de tener en cuenta que el papel de los observadores es esencial para que cese el maltrato. Si el conjunto del grupo entiende el problema y actúa conjuntamente para apoyar al compañero que está siendo tratado y agredido injustamente, tomando una postura firme y en grupo ante los agresores, el maltrato cesará. Sin embargo, por desgracia, este nivel de intervención social se consigue por lo general tardíamente, solo cuando la escuela trabaja en ese sentido a través de diferentes estrategias y cuando el contexto social también es crítico con este tipo de acciones.

 El mensaje transmitido por los adultos no puede centrarse nunca en eximir de culpa o en justificar los malos tratos, apelando a la ética del más fuerte. Si nuestro hijo es consciente de lo que está ocurriendo, debemos hacerle saber que no hay justificación posible; que los conflictos se deben abordar desde el diálogo y la comunicación y que deben mostrar su discrepancia con dichos actos y, en ningún caso reforzar la conducta de los agresores con risas y complicidades.

Hemos de apoyarle en su camino hacia la madurez y reforzar su ética personal, que está en plena formación, enseñándole que es justo ayudar a la víctima con su testimonio e informar del abuso al profesorado cuando sea necesario. Es preciso que se les enseñe a romper la conspiración del silencio y a dar cabida a la posibilidad de contar, cuando se observen injusticias entre compañeros. El silencio, tan fuertemente instaurado entre los niños y adolescentes, se basa sobre todo en etiquetar de “chivato” a quien manifieste públicamente lo que está acaeciendo, entendiendo que actúan desde la cobardía y la traición. Así se impide que salgan a la luz los hechos de maltrato.

No creer nunca que el observador no es partícipe: hacerse cómplice del acto agresivo puede ocurrir desde el silencio, la risa, la tolerancia o el apoyo. Quienes guardan eterno silencio y la aparente no participación con conocimiento pleno de los actos, corren el riesgo de ser próximas víctimas.

Conclusiones

La batalla por la violencia en la adultez debemos enfrentarla desde las edades tempranas utilizando todos los resortes posibles con pensamiento integrativo y a partir de la individualización de cada caso y la focalización del agente causal

Desde la escuela es preciso atender con mayor profundidad e integridad los actos agresivos de los escolares. De igual modo, la familia debe incrementar su participación en el enfrentamiento en función de prevenir y solucionar el acoso escolar, prestando atención a toda la población implicada en los actos agresivos sea como agresores, victimas u observadores.

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Notas

1. Correo electrónico: xiquio@cug.co.cu